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martes, 3 de enero de 2012

Reconstruyendo la mal llamada tesis del monopsiquismo de Averroes

La tesis del monopsiquismo o de la unidad del intelecto es una de las más problemáticas y polémicas de entre las que defiende el filósofo cordobés Averroes (1126-1198). Según el modo tradicional de abordar esta cuestión, dicha tesis afirma que todos los seres humanos compartimos un mismo intelecto, idéntico en número 1.

Sin embargo, atendiendo a la argumentación del Cordobés, veremos que su tesis se refiere, por un lado, a que todos conceptualizamos de la misma manera, y, por otro lado, a que los conceptos son los mismos para todos y, por lo tanto, universales.

Para dar cuenta de la naturaleza del intelecto, de nuestra facultad de entender y conocer, Averroes se centra en dos aspectos del conocimiento. El primero de ellos es cómo tiene lugar el proceso cognitivo con respecto al mundo externo, es decir, ¿cómo conocemos? El segundo es cuál es la naturaleza del objeto inteligible, o lo que es lo mismo, ¿qué conocemos? La consideración acerca de esta doble faceta de la cognición, refiriéndose por un lado al sujeto del conocimiento y, por otro, al objeto del conocimiento nos permitirá entender mejor, no sólo en qué consiste conocer para Averroes, sino también por qué este proceso es fundamental cuando se trata de la posibilidad de hacer ciencia y de constituirla como un todo unitario.

Averroes. Fuente.

Con respecto a cómo tiene lugar el proceso de conocimiento, Averroes lo caracteriza como la recepción de formas inteligibles. Ahora bien, ¿cómo recibimos estas formas inteligibles? O lo que es lo mismo ¿en qué consiste entender? En primer lugar, si caracterizamos el acto de entender como recepción de formas, no debe perderse de vista que lo que conocemos es el universal a partir del particular. Como ocurre cuando percibimos distintos tipos de mesas, por poner un ejemplo sencillo, y las encuadramos todas dentro del concepto de “mesa”, sabiendo, por lo tanto, que pese a ser distintas en cuanto a su materia (redondas, cuadradas, con cuatro patas o con una), siguen siendo mesas y, así, caen dentro de un concepto universal. Cualquier otro objeto o ejemplo similar nos serviría, con tal de que se entienda que el particular evoca en nosotros un concepto más general o universal. Somos, así, capaces de distinguir la mesa individual y lo que hace que algo sea una mesa, es decir, podemos abstraer las cualidades formales de un determinado objeto material.

Esta recepción de las formas inteligibles se realiza por medio de las formas de la imaginación, la memoria, la potencia cogitativa y el sentido común. Estas capacidades conforman lo que Averroes llama “intelecto material”, del que dice que “no tiene naturaleza alguna que no sea la pura posibilidad” y que “es en potencia todas las intenciones de las formas materiales universales”2. Precisamente por ser ésta su naturaleza, de pura posibilidad o capacidad, de pura receptividad, el intelecto material no puede ser un cuerpo ni existir en un cuerpo, porque adoptaría, entonces, una forma determinada y, por lo tanto, particularizada, lo que le haría perder su capacidad universal en cuanto a recepción de formas se refiere. Averroes sitúa estas cuatro capacidades en el cerebro, siendo el intelecto material un proceso que no puede darse sin ellas3.

Pese a todo, el hecho de recibir los inteligibles no hace que éstos ya se den en acto, pues, como formas de la imaginación, como imágenes o representaciones, siguen estando en potencia hasta que se produce la conceptualización por medio del intelecto, en lo que interviene el intelecto agente. Pensar es abstraer lo universal de lo concreto, tal y como explicábamos antes con el ejemplo de las mesas o, como dice Averroes, actualizar las formas de la imaginación o representaciones, mientras que entender consiste en esta pura recepción de formas. Abstraer es conocer la quididad del objeto, lo que es de suyo. Esta actividad la realiza el intelecto agente, que es la perfección o entelequia del intelecto material y, por lo tanto, donde tiene lugar la conceptualización como tal. Ahora bien, los conceptos no pueden sino ser universales, siendo así que el intelecto agente es el que abstrae estos conceptos, mientras que el que los contiene es el intelecto material o pasivo.

A partir de esta caracterización del proceso cognitivo, como proceso por medio del que llegamos a conocer el universal a través del particular, podemos pasar a explicar lo que hemos tomado inicialmente como segunda caracterización del proceso intelectivo. Podemos, así, explicar lo que tiene que ver con el objeto de conocimiento.

Monumento a Averroes en Córdoba. Fuente.

Los inteligibles en acto, que están en el alma, tienen que ser conceptos universales, pues, si fueran objetos particulares, tal y como tiene lugar el conocimiento, seguirían siendo inteligibles en potencia. Aún así, si lo que conociéramos fuera una sucesión de particulares y no conceptos universales, siempre conoceríamos “esto” y “aquello”, pero no que “esto” es una mesa y, así, el conocimiento como tal sería imposible. Es más, el discurso racional y la intersubjetividad no podrían darse en absoluto, porque no tendríamos nunca los mismos conceptos, que son el instrumento del pensar. Por eso, dice Averroes, que “las cosas entendidas son únicas con respecto al que recibe, y muchas con respecto a la intención que se recibe”4. Por esta misma razón, lo que se entiende, el concepto universal, siempre es necesariamente el mismo. Las cosas existentes en el mundo son generables y corruptibles, mientras que lo que conoce el individuo nunca varía, del mismo modo que el concepto de “mesa” siempre se referirá a todas aquellas cosas que cumplan con las propiedades necesarias y suficientes para ser una mesa.

El objeto pensado, la forma de la que hemos estado hablando anteriormente, tiene un contenido intencional y nos sirve como referente mental para que el objeto existente en el mundo sea verdadero o falso. La materia, el objeto como tal, existe en el mundo. Esto puede plantear un problema, a saber, si todos conocemos un mismo objeto inteligible, si el inteligible en acto o concepto universal es uno y el mismo para todos, ¿cómo podemos tener pensamientos individuales? ¿Cómo es posible que cada individuo tenga un pensamiento distinto si compartimos esta universalidad?

La individuación del objeto de conocimiento viene dada por el propio individuo. Muchos sujetos cognoscentes pueden tener un mismo concepto universal y, a la vez, conocer individualmente. Podemos pensar en cuando todos vemos juntos la misma película o escuchamos música a la vez. Todos vemos o escuchamos lo mismo, pero tenemos una experiencia individual determinada acerca de lo que estamos haciendo 5.

De estos dos aspectos principales de la cognición, el que tiene que ver con el sujeto que conoce y, así con cómo tiene lugar el conocimiento y, por otro lado, el que concierne al objeto del conocimiento, es decir, a lo que se conoce por medio de este proceso, surge la tesis de la unidad del intelecto de Averroes. Ésta nos dice que el intelecto material, es decir, el intelecto por medio del que tiene lugar la pura recepción de formas es uno y el mismo para todos los seres humanos. Precisamente por referirse a la unidad del intelecto y no a que exista un alma común a todos los seres humanos, el término “monopsiquismo” no parece adecuado para dar verdadera cuenta de su posición.

Esta postulación de un único intelecto responde a dos exigencias del conocimiento. Por un lado, el hecho de que todos los seres humanos comparten una capacidad cognitiva universal, que todos tenemos las mismas capacidades intelectivas y, por lo tanto, conceptualizamos de la misma manera. Por otro lado, responde al hecho de que el inteligible en acto es universal, es decir, que compartimos los mismos conceptos, lo que es imprescindible para conocer y predicar con verdad acerca del mundo. Los inteligibles son, así, conceptos universales entendidos por el alma.

Ahora bien, si tener el mismo inteligible en acto o concepto universal es imprescindible para predicar con verdad, mucho más lo es para poder hacer ciencia. Tiene que haber un referente común a las proposiciones universales de la ciencia, pues la realidad es sólo una. Si los conceptos entendidos no fueran universales, sino particulares, tendríamos distintos referentes para cada concepto. Así, esta caracterización del objeto conocido como universal y necesariamente uno y el mismo para todos, es una exigencia si queremos tener la posibilidad de hacer ciencia y considerarla como un todo unitario y verdadero.

Averroes en el centro. Detalle de La escuela de Atenas de Rafael. Fuente.
 
Sólo espero que este largo post haya servido para arrojar luz sobre este filósofo castigado por la historia y para mostrar cómo su tesis, bien explicada, puede aceptarse intuitivamente.


Notas

1 Este post es un resumen de una comunicación presentada en las VIII Jornadas de Diálogo Filosófico que tuvieron lugar en Salamanca en 2011.

2 Averroes, Comentarium Magnum in Aristotelis De Anima Libros, III, com.5, ll. 5-10, p. 387, edición latina de F. Stuart Crawford, The Medieval Academy of America, Cambridge (MA), 1953.

3Et quidam dubitaverunt in hoc quod fuit dictum (scilicet quod intellectus non habet instrumentum) ex hoc quod dicitur quod virtus ymaginativa est in anteriori cerebri, et cogitativa in medio, et rememorativa in posteriori. Et hoc non tantum dictum est a Medicis, sed dictum est in Sensu et Sensato (...). Sed iam declaratum est in libro de Sensu et Sensato quod talis est ordo istarum virtutum in cerebro per demonstrationem dantem esse et causam”, Averroes, Comentarium Magnum in De Anima Libros, III, com. 6, ll. 46-58, p.415.

4 Averroes, Comentarium Magnum in De Anima, III, com. 5, ll. 581-583, p.407.

5 Black, Deborah L., “Models of the Mind: Metaphysical Presuppositions of the Averroist and Thomistic Accounts of Intellection”, p. 326, en Documenti e studi sulla tradizione filosofica medievale 15, pp.319-352, 2004.


Fuentes:
 

Averroes, Comentarium Magnum in in Aristotelis De Anima Libros, edición latina de F. Stuart Crawford, The Medieval Academy of America, Cambridge (MA), 1953.

Black, Deborah L., “Consciousness and Self-Knowledge in Aquinas’s Critique of Averroes’s Psychology”, en Journal of the History of Philosophy 31.3, pp. 23-59, Julio, 1993.

Black, Deborah L., “Models of the Mind: Metaphysical Presuppositions of the Averroist and Thomistic Accounts of Intellection”, en Documenti e studi sulla tradizione filosofica medievale 15, pp.319-352, 2004.

Davidson, Herbert A., Alfarabi, Avicenna and Averroes on Intellect. Their Cosmologies,Theories of the Active Intellect and Theories of Human Intellect, Oxford University Press, New York, 1992.

2 comentarios:

Jesús Sánchez (aka @jsbalsera) dijo...

Lo mejor de todo es que, hasta donde yo sé, seguimos sin saber cómo obtenemos ese conocimiento. Cómo somos capaces de generalizar, por decirlo así: como sabemos ver de un palo marrón y una esfera verde dibujados por un niño un árbol. Y, por tanto, incapaces de reproducirlo en un sistema informático, en una IA.

Pilar dijo...

Muy buena observación. En el campo de la filosofía cognitiva sí que se están haciendo grandes avances en esta cuestión (apostando por el procesamiento en paralelo y no en serie) y con el añadido de la importancia del contexto en el que se desarrollan las acciones humanas (no atendiendo tanto a la sintaxis y dejando un poco de lado la metáfora de la "mente como ordenador"). Poco más puedo añadir aquí, me temo.

¡Muchas gracias por comentar!