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lunes, 29 de septiembre de 2014

Immanuel Kant: Sobre la paz perpetua.

Este post tiene la pretensión de explicar, brevemente, cuáles son las cuestiones reflejadas en la obra de Kant que da título a este post. Para esto, explicaremos en primer lugar por qué se publica este tratado, en segundo lugar, a qué pretende responder y, por último, las exigencias necesarias para que efectivamente se dé como tal el proyecto kantiano de paz perpetua para todos los pueblos de la Tierra.
“Hacia la paz perpetua”. Puede  dejarse a un lado la cuestión de si esta satírica inscripción, escrita en el rótulo de una posada holandesa en el que había dibujado un cementerio, interesa a los hombres en general o a los jefes de Estado en particular, que no llegan nunca a estar hartos de la guerra, o exclusivamente a los filósofos, que anhelan ese dulce sueño”.
Así empieza Kant su opúsculo Sobre la paz perpetua, que data de 1795. En este texto, escrito en forma de tratado de paz —con artículos y cláusulas— y a petición de Sièyes, Kant tiene como objetivo principal la abolición de la guerra. Para esto,  parte del supuesto de que seres humanos y Estados pueden ser tratados de manera análoga, asumiendo que éstos últimos son también sujetos morales. Así, del mismo modo que los seres humanos han conseguido salir del estado de naturaleza y establecer un pacto social, los Estados han de aspirar a un tratado de paz permanente y asumir que la guerra, por sí misma, no es el único ni el principal método para la resolución de conflictos. Hay, así, para Kant, un paralelismo entre la naturaleza humana y la naturaleza del Estado.

Hacia la paz perpetua tiene como marco de referencia el ideal ilustrado de universalidad. Para su fundamentación teórica, la pregunta que cabe hacerse es bastante sencilla y, a la vez, de difícil respuesta: ¿cómo formar una comunidad que abarque a todos los pueblos de la Tierra? Además, esta pretensión de universalidad no sólo debe extenderse en el espacio —todos los pueblos de la Tierra—, sino también en el tiempo, pues debe tener validez en todas las épocas. Pese a lo que pueda parecer, los ilustrados no conciben este ideal como una mera ensoñación a vislumbrar, sino como un proyecto real a conseguir, aunque éste se desarrolle en un tempo lento.

Con el filósofo de Königsberg, la pregunta por la universalidad, se realizaría en los siguientes términos: ¿cómo formar una comunidad pacífica que abarque a todos los pueblos de la Tierra? Una comunidad cosmopolita, por lo tanto. Asimismo, las problemáticas que se tratan en este texto están inmersas en un sistema ético, jurídico y político: ¿Cómo hacer del hombre un buen ciudadano? ¿Cómo instaurar la paz, teniendo en cuenta que ésta es una exigencia de la razón, un imperativo? Es más, ¿cómo es que hay que instaurar la paz, si ésta debería operar constantemente?


La problemática es tan profunda como compleja, y viene derivada, sobre todo, de que la paz no es sino una conquista, de que la paz, pese a lo contraintuitivo que pueda resultar, no es lo natural. La guerra es, en principio, necesaria como motor de progreso de los pueblos, pues es el hombre el que tiene que esforzarse por salir del estado de naturaleza para constituir una sociedad civil. ¿Cómo se supera el estado de naturaleza? Esto se realizará mediante el establecimiento de leyes coactivas, así como mediante la constitución de una unión de Estados o Estado de los Pueblos. Mediante el establecimiento, por tanto, de un pacto o contrato social.


Así, del mismo modo que el hombre no es bueno por naturaleza, sino que obra por deber, hay que hacer del Derecho un instrumento que nos lleve a crear un Estado pacificado, un Estado en el que instaurar la paz y que éste mismo Estado sea, a la vez, garantía del Derecho. Una vez conseguido esto, hay que exportar el modelo del Estado en paz al ámbito de las relaciones internacionales y crear un Estado mundial cosmopolita que opere como principio regulativo internacional. Dicho Estado cosmopolita se regirá  por el ius cosmopoliticum, el Derecho Cosmopolita, que es el que regula, con Kant, la posible asociación de todos los pueblos en orden a ciertas leyes generales de su posible comercio, entendiendo, así, la libertad privada y económica como libertad política. Es decir, la libertad política vendrá dada, en gran medida, como resultado de una interdependencia económica de los distintos Estados confederados, de tal manera que se constituya una federación de la paz permanente que garantice la libertad de los Estados, tanto en sus relaciones internas como en sus relaciones internacionales.


Kant foto
Foto por cortesía de wikimedia commons.

Ahora bien, ¿cuáles son las condiciones para llegar a la comunidad pacífica que busca Kant? 

En primer lugar, el Derecho Cosmopolita como máxima aspiración de la razón práctica republicana, un Derecho de gentes basado en un federalismo de Estados libres que conduzca a una república mundial y que permita la libre circulación de ciudadanos entre los países. Para Kant, es necesaria una sociedad cooperativa internacional con base en la interdependencia económica. Ésta garantizará que los Estados no se lancen a gastar innecesariamente, ni a destruir los bienes de otros Estados que les puedan ser necesarios algún día.

En segundo lugar, una constitución republicana. Kant entiende el republicanismo como opuesto al despotismo, como lo que aboga por un sistema confederal. ¿Qué es un Estado republicano o regido por una constitución republicana? Aquél en el que hay división de poderes y un sistema representativo en el que los gobernantes no puedan declarar la guerra sin el consentimiento del pueblo. Asimismo, requiere una transformación de la sociedad en una sociedad civil abierta, no cerrada por la herencia, y en cuya base está el individualismo, en el sentido de que cada individuo construye su propio destino y se hace a sí mismo. Para Kant, todo ser humano es un fin en sí mismo y, como tal, ha de ser tratado.


La transformación de la sociedad es un requisito para alcanzar la constitución republicana que posibilite el establecimiento de una paz perpetua común a todos los pueblos de la Tierra. Sobre la sociedad republicana descansará la soberanía en forma de poder constituyente del que manan los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, que, pese a estar separados, cooperarán entre sí. El pueblo soberano, entendido como poder constituyente, se convierte en co-legislador, identificándose, así, el legislador con el que obedece la ley. Para esto, necesitaremos una sociedad en cuya base se encuentren el consenso y la libertad e igualdad jurídica de los ciudadanos: en cuanto hombre, en cuanto fin en sí mismo, todo miembro de la sociedad civil es libre, pues ha de serlo para legislar.
 

"Buscad ante todo acercaros al ideal de la razón práctica y a su justicia; el fin que os proponéis –la paz perpetua– se os dará por añadidura".

Bibliografía:

Kant, I., Sobre la paz perpetua, en Ensayos sobre la paz, el progreso y el ideal cosmopolita, Cátedra, Madrid, 2005.

Kant, I. Ideas para una historia universal en clave cosmopolita, ibidem.


jueves, 25 de septiembre de 2014

Grice. Máximas Conversacionales (2). Falacias y violación de la Máxima de Calidad.

Antes de leer este post, sería interesante que le echárais un vistazo a este post anterior en el que se explicaba qué son las máximas conversacionales -como guía de la conversación-, incidiendo especialmente en la máxima de cantidad -aquélla que tiene que ver con la información que se aporta a una conversación-. Esta propuesta la recoge Paul Grice en su artículo Lógica y conversación (pdf).

Para refrescar rápido la memoria, las cuatro exigencias pragmáticas que deben guiar el uso del lenguaje en una conversación son la pertinencia (máxima de relación); la claridad y el orden expositivo (máxima de modo); el rigor en la aportación de información relevante (máxima de cantidad) y la veracidad de dicha información (máxima de calidad).



¿Cómo aportar lo oportuno a la conversación en términos de "calidad"?

La Máxima de Calidad nos exige dos cosas:


          (1) Decir sólo lo que se considera verdadero.
          (2) Decir sólo aquello de lo que se tienen pruebas adecuadas.



Esta máxima, como todas, se puede cancelar. Una forma de cancelarla es partir, para una argumentación, de premisas que no consideramos verdaderas haciéndolo explícito. Esto es aceptar algo en aras de la argumentación, y, como ya se ha dicho, es una cancelación y no una violación.

También se puede explotar esta máxima. La forma más evidente de hacerlo es la ironía, pues con ella puedes decir lo contrario de lo que quieres decir, aunque el interlocutor ha de conocerte para no interpretar literalmente lo que dices. También con un argumento cínico, es decir, dando una razón obviamente mala, se explota esta máxima.

¿Cómo se viola la Máxima de Calidad? Es decir, ¿cuándo no estamos aportando veracidad o verdad a la conversación?


Algunas formas de violación de la exigencia (1):
 
Argumentación ad hoc: no se parte de premisas que se consideran verdaderas y/o razonables, sino de las que sirven para demostrar lo que se quiere demostrar.

Dar la buena razón: argumento hipócrita. No se da un argumento porque es del que se sigue la conclusión, sino porque el hablante cree que es el que debe dar.

Autoengaño o wishful thinking: confundir los deseos con la realidad. Es paradójico porque ocurre algo "p", y quien se engaña a sí mismo cree lo contrario de lo que ocurre, "no p". 



Algunas formas de violación de la exigencia (2):

Ad nauseam: repetir incansablemente un argumento inválido para que al final acabe calando. Una mentira que se repite muchas veces puede acabar por parecer verdadera. El hablante no se defiende de las objeciones que se le plantean, sino que repite lo mismo hasta que la gente se lo aprende. Se emplean normalmente expresiones fáciles de recordar y suele utilizarse en las teorías conspirativas.

Ad lapidem: eludir una afirmación de la que se pueden dar razones para usar en su lugar una afirmación lapidaria, enfatizada con mucha seguridad, como algo que está más que demostrado. Suele usarse para defender tesis débiles. Un ejemplo sería "lo sé de buena tinta".

Inversión de la carga de la prueba: se piden razones para algo y el interlocutor las pide para lo contrario. Tu interlocutor debe justificar su afirmación y no pedirte que demuestres lo contrario. Por ejemplo:¿por qué x? ¿y por qué no? o demuéstrame que no x. También suele cometerse esta falacia en enunciados de existencia, pero quien hace un enunciado de este tipo es quien tiene la carga de la prueba y no al revés. Por ejemplo, quien afirma la existencia de fenómenos sobrenaturales es quien debe demostrar su existencia, y no al revés. Si la respuesta a este tipo de cosas es "demuestra lo contrario", estaréis asistiendo a una inversión de la carga de la prueba.

Ad ignorantiam: es otra forma de inversión de la carga de la prueba. Apela a cosas que se desconocen para justificar una afirmación. Es así porque no se ha demostrado que no. Apela a la ausencia de conocimiento. Un ejemplo de esto sería decir que los extraterrestres existen porque no se ha demostrado que no.

Falacia relativista: consiste en relativizar cosas objetivas. Por ejemplo, al decir "eso es verdadero para ti, pero no para mí", o al interrumpir una discusión y darle al otro la razón "como a los tontos".

Formular el problema presuponiendo lo que quieres demostrar: esto se puede hacer de varias maneras:
Puede ser una petición de principio, que incluye entre las premisas la conclusión que se quiere demostrar. También puede hacerse una argumentación circular (en la que, por ejemplo, de p se sigue q pero p también se sigue de q). También puede recurrirse al uso de magia verbal, es decir, se incluye la conclusión en las premisas, pero de una forma distinta, con palabras más "amables".
Otra forma de presuposición de lo que se quiere demostrar es el uso de preguntas complejas, en las que, si contestas, aceptas lo que el otro quiere. Suele usarse en interrogatorios. Por ejemplo: "¿ha dejado ya de pegarle a su mujer?".

Ya sólo me quedan dos máximas por tratar. Espero que las disfrutéis (casi) tanto como yo.