Para refrescar rápido la memoria, las cuatro exigencias pragmáticas que deben guiar el uso del lenguaje en una conversación son la pertinencia (máxima de relación); la claridad y el orden expositivo (máxima de modo); el rigor en la aportación de información relevante (máxima de cantidad) y la veracidad de dicha información (máxima de calidad).
¿Cómo aportar lo oportuno a la conversación en términos de "calidad"?
La Máxima de Calidad nos exige dos cosas:
(1) Decir sólo lo que se considera verdadero.
(2) Decir sólo aquello de lo que se tienen pruebas adecuadas.
(2) Decir sólo aquello de lo que se tienen pruebas adecuadas.
Esta máxima, como todas, se puede cancelar. Una forma de cancelarla es partir, para una argumentación, de premisas que no consideramos verdaderas haciéndolo explícito. Esto es aceptar algo en aras de la argumentación, y, como ya se ha dicho, es una cancelación y no una violación.
También se puede explotar esta máxima. La forma más evidente de hacerlo es la ironía, pues con ella puedes decir lo contrario de lo que quieres decir, aunque el interlocutor ha de conocerte para no interpretar literalmente lo que dices. También con un argumento cínico, es decir, dando una razón obviamente mala, se explota esta máxima.
¿Cómo se viola la Máxima de Calidad? Es decir, ¿cuándo no estamos aportando veracidad o verdad a la conversación?
Algunas formas de violación de la exigencia (1):
Argumentación ad hoc: no se parte de premisas que se consideran
verdaderas y/o razonables, sino de las que sirven para demostrar lo que se quiere
demostrar.
Dar la buena razón: argumento hipócrita. No se da un argumento porque es del que se sigue la conclusión, sino porque el hablante cree que es el que debe dar.
Autoengaño o wishful thinking: confundir los deseos con la realidad. Es paradójico porque ocurre algo "p", y quien se engaña a sí mismo cree lo contrario de lo que ocurre, "no p".
Algunas formas de violación de la exigencia (2):
Ad nauseam: repetir incansablemente un argumento inválido para que al final acabe calando. Una mentira que se repite muchas veces puede acabar por parecer verdadera. El hablante no se defiende de las objeciones que se le plantean, sino que repite lo mismo hasta que la gente se lo aprende. Se emplean normalmente expresiones fáciles de recordar y suele utilizarse en las teorías conspirativas.
Ad lapidem: eludir una afirmación de la que se pueden dar razones para usar en su lugar una afirmación lapidaria, enfatizada con mucha seguridad, como algo que está más que demostrado. Suele usarse para defender tesis débiles. Un ejemplo sería "lo sé de buena tinta".
Inversión de la carga de la prueba: se piden razones para algo y el interlocutor las pide para lo contrario. Tu interlocutor debe justificar su afirmación y no pedirte que demuestres lo contrario. Por ejemplo:¿por qué x? ¿y por qué no? o demuéstrame que no x. También suele cometerse esta falacia en enunciados de existencia, pero quien hace un enunciado de este tipo es quien tiene la carga de la prueba y no al revés. Por ejemplo, quien afirma la existencia de fenómenos sobrenaturales es quien debe demostrar su existencia, y no al revés. Si la respuesta a este tipo de cosas es "demuestra lo contrario", estaréis asistiendo a una inversión de la carga de la prueba.
Ad ignorantiam: es otra forma de inversión de la carga de la prueba. Apela a cosas que se desconocen para justificar una afirmación. Es así porque no se ha demostrado que no. Apela a la ausencia de conocimiento. Un ejemplo de esto sería decir que los extraterrestres existen porque no se ha demostrado que no.
Falacia relativista: consiste en relativizar cosas objetivas. Por ejemplo, al decir "eso es verdadero para ti, pero no para mí", o al interrumpir una discusión y darle al otro la razón "como a los tontos".
Formular el problema presuponiendo lo que quieres demostrar: esto se puede hacer de varias maneras:
Puede ser una petición de principio, que incluye entre las premisas la conclusión que se quiere demostrar. También puede hacerse una argumentación circular (en la que, por ejemplo, de p se sigue q pero p también se sigue de q). También puede recurrirse al uso de magia verbal, es decir, se incluye la conclusión en las premisas, pero de una forma distinta, con palabras más "amables".
Otra forma de presuposición de lo que se quiere demostrar es el uso de preguntas complejas, en las que, si contestas, aceptas lo que el otro quiere. Suele usarse en interrogatorios. Por ejemplo: "¿ha dejado ya de pegarle a su mujer?".
Ya sólo me quedan dos máximas por tratar. Espero que las disfrutéis (casi) tanto como yo.
2 comentarios:
¡Muy interesante, aprendí mucho! Sólo me preocupó ligeramente que, en ciertos momentos, me llamaron más la atención las falacias que las máximas conversacionales mismas. Espero que eso no se deba al pequeño sofista que llevo dentro. =P
Por otro lado, dado que además de Aristóteles me dedico a Kant, un autor para quien el concepto de máxima es importante en su filosofía práctica, se me ocurrió que estas máximas conversacionales de alguna forma deben fungir como metamáximas que uno debe respetar para formular las máximas que han de juzgarse por el imperativo categórico. En otras palabras: si uno tiene un propósito, y uno no sigue estos criterios para formular ese propósito y después examinarlo, lo más probable es incurrir en el autoengaño.
En fin, todo esto me dio mucho para pensar. ¡Gracias!
¡Gracias a ti,por tan interesante reflexión! Y sí, definitivamente las falacias son más interesantes la mayoría de las veces. Gracias de nuevo.
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